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Lunes 13 de Junio de 2011

Jornadas de la Cultura Uruguaya en Cuba


URUGUAY 2011: la agenda del bicentenario.

Ricardo Ehrlich, Casa de las Américas, La Habana, 27 de mayo de 2011

Es un gran honor estar en esta casa, en ocasión de las Jornadas de la Cultura Uruguaya en Cuba.

Desde aquí, durante décadas se ha alimentado el alma de nuestra América y se han tejido lazos duraderos entre nuestros pueblos, los de los afectos, los de la cultura, los de los sueños. Durante medio siglo aquí se han escuchado muchas voces uruguayas, que han contado nuestros sueños y nuestras luchas, nuestros dolores en las horas oscuras, nuestras esperanzas y nuestros proyectos de construcción de futuro en las horas luminosas. Permítanme citar sólo unas pocos, en cuyos nombres quiero recordar y representar a todos aquellos que por su vida y su obra han acercado nuestros pueblos: Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, idea Vilariño, Angel Rama, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Los Olimareños, Eduardo Galeano, Atahualpa del Cioppo, Anhelo Hernández, por citar algunos de los que figuran en el libro que resumía el medio siglo de Casa de las Américas en 2009.

Nos une la cultura, nos han unido largas décadas de combates por la dignidad y los sueños, nos han unido hombres y mujeres notables de nuestros pueblos. Ayer y hoy. Quisiéramos poder nombrarlos a todos y a través de sus nombres recordar la historia, mirar el presente, compartir la mirada hacia el futuro. Permítanme recordar un nombre más - y como en los otros en él a todos - un nombre de hoy, quien recibiera el pasado año el Premio Nacional de Literatura de Cuba, nuestro común compatriota, el uruguayo-cubano Daniel Chavarría.

Quiero hablar hoy de mi país y de mi pueblo, de nuestra gente,  en una hora particular. El Uruguay conmemora este año el bicentenario del inicio su proceso de emancipación, Es una hora singular en Latinoamérica la de los bicentenarios de las luchas por la independencia, proceso que la historia cubana conocerá más tarde.

Toda América se conmueve en las primeras décadas del Siglo XIX. Recorre el continente una corriente de libertad a la que se sumarán con sus luchas hombres y mujeres de todas las latitudes, hombres y mujeres de pueblos y comunidades diversos que marcarán los caminos de nuestras naciones. En todos los territorios confluirán en el grito y en la acción comunidades muy distintas: pueblos originarios, pueblos traídos de fuerza del continente africano durante lo que constituye una de las páginas más sombrías de la historia, criollos, mestizos, mulatos. Sólo pasarán dos décadas de Haití a Uruguay. Corto tiempo, que conmueve raíces y construye nuestra historia. Es inevitable comparar ese tiempo, con aquél, más reciente, que en breve lapso también marcara nuestra historia, y la que se iniciara aquí, en Cuba, en la Sierra Maestra. Curiosa medida de los tiempos en la historia de los pueblos.

El 1º de mayo de 1804 Haití es el primer país de América Latina que proclama su independencia, luego de una prolongada lucha revolucionaria contra Francia, marcada por el combate a la esclavitud. Marca así un antecedente mayor para el abolicionismo en todo el continente americano. La fecha de la insurrección de la población esclava en la Isla de la Española, Santo Domingo, en la noche del 22 al 23 de agosto de 1791, con la que comienza el proceso independentista, es recorrida hoy por las Naciones Unidas en el Día internacional del recuerdo de la trata de esclavos y de su abolición celebrado cada 23 de agosto.

No se detendrá la chispa revolucionaria.  En 1809 la revolución de Chuquisaca y el grito de La Paz en Bolivia,  la Primera Junta en Quito, En 1810, la Primera Junta de Buenos Aires,  la insurrección de Santa Fe de Bogotá, el Grito de Dolores que inicia el levantamiento armado encabezado por Miguel Hidalgo en México, en setiembre el inicio del movimiento independentista en Santiago de Chile; en 1811 es la hora de Paraguay  con Pedro Juan Caballero, Fulgencio Yegros y Gaspar Rodríguez de Francia y  se inicia la hora de Uruguay.  Brasil se independizará más tarde del imperio portugués. El período de lucha por la emancipación en las tierras de la Banda Oriental, terminará con la creación del Uruguay en poco más de tres lustros después.

Es importante recordar el pasado. Es importante conocer el pasado. Doscientos años es un período significativo. Conmemorar y festejar siempre es necesario, pero una conmemoración de esta naturaleza es un momento singular en la vida de un país. Es ocasión de destacar referentes centrales, compartidos por todos, de invitar a renovar miradas y lecturas sobre hechos fundacionales, a  profundizar en la significación de la acción y el pensamiento de seres humanos excepcionales así como en el encuentro con la historia de hombres y mujeres corrientes. En nuestro país acordamos que la celebración sea una invitación a compartir un encuentro  con aquellos que en momentos históricos particulares, por sus opciones, por sus ideas y por sus acciones, marcaron una senda que sería recorrida por las generaciones siguientes.  Es una invitación a una lectura de la historia desde el mundo de hoy, que mira al futuro desde un contexto de cambio civilizatorio y busca claves y referentes en sus raíces. Pero también es una invitación a recorrer el largo camino de hombres, mujeres y comunidades, que a lo largo de estos doscientos años fueron creando nuestra nación; a iluminar momentos de nuestra historia, en que la sociedad, en su diversidad, se encontró con su tiempo, confluyó y se encontró consigo misma adquiriendo fuerza transformadora, fuerza constructora de futuro.

Aparecen seres humanos excepcionales en todos los tiempos, que marcan el futuro, que a través de la historia mantienen su vigencia como guías y referentes. Su pensamiento y su acción, su sensibilidad y compromiso ético impregna la propia tierra que irá recibiendo generosa a través del tiempo, pueblos y comunidades de orígenes diversos, que confluyeron en estos territorios por razones muy distintas y que cuando echaron sus raíces se encontraron con esos referentes que hicieron suyos, y suya fue también la sangre derramada y suyos los sueños de los que abrieron el camino. Pueblo diverso que se irá encontrando a través de la historia.

El territorio y su historia serán espacio de encuentro y de unión, así como la cultura diversa que irá acuñando, compartiendo y construyendo referentes sobre aquéllos propios de esta, nuestra tierra.

La celebración de nuestro Bicentenario ocurre en un momento en que en Uruguay comienzan lentamente a encontrarse nuestras miradas, que desde nuestra diversidad van confluyendo en la construcción del país de hoy y del país del futuro. Entendemos que ello constituye un significativo y fermental encuentro con los mayores momentos de nuestra historia,  que puede contribuir a fortalecernos como sociedad para los desafíos que asumimos.

Luego de los primeros hechos de armas victoriosos, José Artigas será designado Jefe de los Orientales en una memorable Asamblea en medio de una derrota. Se iniciará un proceso de retirada, una larga marcha en octubre de 1811, que el pueblo llamará la “Redota” y que mucho después la historia registrará como el “Éxodo del Pueblo Oriental”.  Es el pueblo, que, en medio de una derrota, sigue al Jefe de los Orientales en busca de su destino: hombres, mujeres, niños, ancianos, negros esclavos con sus amos, negros libres, indios, gente de la ciudad, gente pobre del campo… es, tal vez, uno de los momentos de mayor fuerza y de singular vigencia como símbolo y ejemplo de la construcción de una nación. Una y otra vez nos conmueven y dan fuerza aquéllas palabras de Artigas:

“…cada día miro con admiración sus rasgos singulares de heroicidad y constancia: unos quemando sus casas y los muebles que no podían conducir, otros caminando leguas a pie por falta de auxilios o por haber consumido sus cabalgaduras en el servicio; mujeres ancianas, viejos decrépitos, párvulos inocentes acompañan esta marcha, manifestando todos la mayor energía y resignación en medio de todas las privaciones. Yo llegaré muy en breve a mi destino con este pueblo de héroes…”

La figura de Artigas, desde el prodigioso año de 1811, cuando surge como figura singular en el Río de la Plata y en el continente,  nos acompaña hace doscientos años. El Jefe militar y estratega, el conductor de hombres, el impulsor del proyecto federal, será un conductor de pueblos. Dos siglos después, la vigencia del artiguismo nos sigue interrogando.

¿Cómo se explica?

Los pueblos necesitan apoyarse en referentes compartidos. A través de la historia se construyen imágenes, se fijan momentos y a veces se crean leyendas que alejan a grandes figuras en sus pedestales de los hombres y mujeres sencillos, cotidianos, pero que definen vínculos entre la gente, que se integran a nuestros afectos y emociones. Sin duda eso no deja de tener su importancia. Sin embargo, Artigas ha escapado al bronce, y hoy, con emoción, seguimos refiriéndonos a él como el Jefe de los Orientales, nuestro General, Don José, el padre Artigas.

Las historias de los pueblos, como la vida de las personas, no solo conocen victorias. La gesta artiguista dura apenas diez años. Es derrotado y se retira exiliado a Paraguay, desde donde conoce el nacimiento del Uruguay como país - fracasado el proyecto federal de las Provincias Unidas por el que luchó - y donde muere, aislado, viviendo humildemente, luego de treinta años.

Y es, tal vez, tanto en la profundidad de sus ideas, como en su cercanía con los más humildes, en su dignidad que era el respeto a la de los otros, en su ejemplo ante a la victoria y ante la derrota, que podemos encontrar las raíces de la vigencia de su presencia en nuestra nación, como referente que nos vincula, que nos une y como elemento de arraigo para quienes encontraron en nuestra tierra el lugar de su proyecto de vida.

A la hora de las victorias todo aparece posible. Pero a la hora de las batallas ganadas hay que recordar siempre que en la historia de los pueblos, como en la vida de las personas, no siempre se gana. Y es ahí que hay que seguir adelante. Siempre hay tiempos difíciles y siempre la vida puede más y vuelve a amanecer. 

Y el proyecto artiguista sigue vivo en el sueño que nos alimenta y desvela, de la Patria Grande Latinoamericana.

La voz del poeta, esta vez Idea Vilariño en  su poema Los Orientales, nos sigue haciendo emocionar, rompiendo los tiempos en un puente entre el pasado y el presente:

Salen de los poblados,
del monte salen,
en cada esquina esperan
los orientales.

Porque dejaron sus vidas,
sus amigos y sus bienes,
porque es más querida
la libertad que no tienen,
porque es ajena la tierra
y la libertad ajena
y porque siempre los pueblos
saben romper sus cadenas.

Son frecuentes las heridas en las historias de los pueblos y son largos los tiempos para cicatrizar. El recorrido de nuestra nación, el recorrido que hemos hecho nuestro, identificándonos con la sangre vertida en nuestras tierras por gente tan distinta, la identificación con los sueños que allí nacieron, el reconocimiento en una enorme figura histórica que en su amplitud nos da cabida a todos, con nuestra diversidad de historias de vida, de rumbos, de realidades cotidianas, es algo prodigioso que entendemos que debemos tener la sabiduría de reconocer y valorar. Para encontrarnos, para confluir y hacer camino juntos, como nación.

Uruguay hoy: los desafíos

Quisiera compartir con Uds., en ese contexto, una mirada al Uruguay hoy y a algunos de nuestros grandes desafíos. Parece casi de rigor citar aquéllos versos de Mario Benedetti, que en otro contexto decía:

A instancias de mis amigos cuerdos y cautelosos
que ya no saben si diagnosticarme
prematuro candor o simple chifladura
abro el expediente de mi optimismo
y uno por uno repaso los datos.

Después de un largo camino, el Uruguay ha comenzado a transitar una etapa llena de promesas en su historia. No está exento de complejidades y dificultades, pero está pleno de esperanza. Confluyen factores políticos, sociales y económicos para configurar un contexto de oportunidades para construir  una sociedad más justa, con una fuerte apuesta al desarrollo económico con justicia social, para construir una sociedad de convivencia y bienestar, sobre vínculos y principios solidarios.

Una historia de largas décadas, incluyendo un particular período de desarrollo de un modelo neoliberal, generaron en nuestra sociedad importantes procesos de fragmentación y fractura social: por un lado separación de componentes de la sociedad y debilitamiento de los vínculos solidarios y por otro fenómenos de exclusión y expulsión, con el levantamiento de verdaderas murallas internas y destrucción de entramado social y territorial. Destrucción del aparato productivo, fuertes niveles de desempleo, deterioro de la educación, del sistema de salud, de las capacidades del Estado, marginación de importantes sectores sociales y debilitamiento de los vínculos de convivencia, acompañaron ese recorrido histórico.

En marzo de 2005, Tabaré Vázquez en su discurso ante el pueblo en ocasión de su asunción como Presidente de la República, se refiere a cambiar el país donde nacer era un problema, ser joven representaba ser sospechoso y ser viejo una condena. El país contaba entonces con más de 30% de personas viviendo bajo el umbral de pobreza, habiéndose casi duplicado en los tres años precedentes. En ese sector se encontraba más de la mitad de nuestros niños. El nivel de desempleo alcanzaba un poco menos de un quinto de la población activa, con altos niveles de subempleo y empleo de mala calidad, sin coberturas sociales.

Acompañando un contexto de crecimiento económico sostenido y una vigorosa política de desarrollo productivo con justicia social, que se continúa actualmente en el nuevo gobierno del Frente Amplio con la Presidencia de José Mujica, el país recorrió un camino de cambios profundos:

Los niveles de pobreza e indigencia siguen bajando, siendo actualmente  de 18.6% y 1.1% respectivamente: el desempleo en marzo del 2011 era del 6,4%, verdadero record histórico.

Se efectuó una profunda reforma del Sistema de Salud, que sigue en curso, se implementaron enérgicas políticas sociales, desde la atención a la emergencia primero, centradas en la equidad luego y profundizándose actualmente en un contexto de igualdad de derechos. Se inició una vigorosa política de apoyo a las inversiones y al desarrollo productivo. Cambios profundos tuvieron lugar en el sistema impositivo, avanzando también en esta área hacia mayores niveles de equidad. Se establecieron cambios normativos profundos, en la educación, la salud, la protección social, el estímulo a la producción y la inversión. En lo que refiere a la política internacional, la inserción internacional del país, la construcción del gran espacio latinoamericano y los vínculos solidarios fueron y son temas prioritarios. Recordemos que la primera acción a nivel internacional del primer gobierno frenteamplista, en un necesario acto de dignidad para nuestro pueblo, el mismo día de la asunción del Presidente Vázquez, fue el restablecimiento de las relaciones con Cuba, interrumpidas años antes.

La agenda de hoy

La agenda es amplia, profunda, ambiciosa. Estamos en el camino de profundizar la construcción de un país solidario, un país de cultura, conocimiento, aprendizajes, que se proyecta al futuro por el valor y las capacidades de su gente, que construye calidad de vida democráticamente al tiempo de fortalecer los vínculos de solidaridad y convivencia. Son prioridades la educación, la cohesión social, el desarrollo de la infraestructura logística y de transporte, la matriz energética, la convivencia ciudadana, la consolidación del crecimiento económico con justicia social. Crecer y distribuir simultáneamente es el camino elegido.

Quisiera compartir con Uds. algunos puntos en particular, vinculados a la educación, al desafío de abrir el camino a las nuevas generaciones, con las nuevas generaciones, a la cultura, a la participación ciudadana y construcción de ciudadanías y a la construcción de convivencia.

La educación como desafío central.

El Presidente Mujica, el día de su asunción frente a la Asamblea General del Poder Legislativo, hace poco más de un año, señalaba:

Permítanme un pequeño subrayado: educación, educación, educación. Y otra vez, educación.
Los gobernantes deberíamos ser obligados todas las mañanas a llenar planas, como en la escuela, escribiendo 100 veces, “debo ocuparme de la educación”. Porque allí se anticipa el rostro de la sociedad que vendrá. De la educación dependen buena parte de las potencialidades productivas de un país. Pero también depende la futura aptitud de nuestra gente para la convivencia cotidiana.

La agenda es importante. Debemos asumir y resolver inequidades sociales y territoriales. La educación debe integrarse en un proyecto de país, de todo el país. El recorrido ha sido largo, con vientos diversos y un importante avance - aunque insuficiente - en las últimas etapas. En un reciente encuentro de trabajo entre el Presidente y su Consejo de Ministros con las autoridades de la Educación Pública, se acordaron como puntos centrales:

1) fortalecer la educación pública, mejorando su calidad en todas sus dimensiones, modalidades y niveles;

2) universalizar la educación media, comenzando a corto plazo por la educación media básica, pero teniendo como norte la educación media superior en sus diferentes modalidades: generales, técnicas o tecnológicas;

3) generalizar la educación terciaria en todo el territorio del país a través de la diversificación de propuestas y de instituciones apuntando a que la mayoría de la población pueda acceder a niveles avanzados de formación, y

4) promover, en el marco de la cultura del aprendizaje a lo largo de toda la vida, que toda la población uruguaya mejore sus niveles educativos incluyendo a todos aquellos que han salido o han quedado fuera del sistema educativo.

Para cumplir con estas metas se señaló que es preciso pensar en un COMPROMISO NACIONAL PARA CONSTRUIR UN PAÍS DE APRENDIZAJE. “Este compromiso  debe abarcar a la sociedad en su conjunto: gobierno y  autoridades de la educación, partidos políticos, estudiantes, docentes y familias. Tampoco el sector productivo puede quedar por fuera de tamaño compromiso. Esta es una tarea mayor para el país y por tanto requiere del aporte de todos; cumpliendo con las responsabilidades de cada actor, opinando y participando.”

Las diferencias y distancias en el seno de las sociedades y también entre los países, cada vez más se centran en el acceso al conocimiento y a las posibilidades de desarrollar capacidades. Esta es una de las grandes batallas, que compartimos con todos los países latinoamericanos. En este camino estamos hoy.
La juventud y las generaciones que vendrán.

La mirada a nuestro recorrido histórico y el momento que compartimos en Uruguay, nos obliga a pensar en quienes vienen atrás de nosotros, quienes deben llegar más lejos: las nuevas generaciones. Es frente a ellos y por ellos, que debemos renovar cada día nuestro compromiso y nuestro esfuerzo como país, como nación, desde la educación, desde el trabajo, desde la construcción de ciudadanías y fortalecimiento de la democracia.

En todos los tiempos las nuevas generaciones cargan sobre sus hombros el peso de nuestra historia y de nuestros dolores y deben encontrar, construir su lugar en la vida, en el mundo. No es tarea fácil. Pero también cada generación que llega redescubre y hace suyos los sueños. En sociedades como la nuestra, en que los niños y los jóvenes, en una proporción muy alta, han conocido el síndrome de expulsión, de exclusión, de desarraigo, ellos deben ser nuestra prioridad.

Serán su banderas, las banderas de las nuevas generaciones, recogiendo legados y explorando nuevos caminos, las que debemos ayudar a que sean izadas.

Encontramos que frente los males que sufrió y sufre nuestra América, frecuentemente reaparece el miedo a los jóvenes, los jóvenes como amenaza. ¡Pobres sociedades las que temen a sus jóvenes!

En nuestra agenda hoy, la convocatoria a nuestros jóvenes aparece como tema fundamental. A través de la educación, del trabajo, de la construcción conjunta de los caminos para encontrar el lugar en la vida. Acompañándolos, descubriendo con ellos la diversidad de tiempos y la diversidad de proyectos y sensibilidades.

El encuentro de la sociedad: los caminos de forja de la nación

Entendemos que es fundamental hoy que todas las actividades que vamos a realizar contribuyan a encontrarnos como nación, a mirar juntos el mañana común, a construir y, fundamentalmente, a compartir un mensaje con las nuevas generaciones, con nuestros jóvenes, que deben encontrar en el presente un país que los convoca y le abre las puertas.

Los grandes cambios requieren un encuentro de las sociedades, en su diversidad, con su diversidad. Un encuentro en el tiempo, un encuentro consigo mismas, de modo de compartir una misma mirada hacia el futuro, que de cabida a sensibilidades y proyectos distintos, pero que van a transcurrir por una senda compartida. Eso le da fuerza constructora, fuerza transformadora a la sociedad. Es lo que encontramos en momentos singulares de nuestra propia historia. En el pueblo diverso que sigue en medio de la derrota al Jefe de Orientales, que busca su destino, que cree en su destino común, compartido. Fueron esas horas singulares de nuestra América, hace doscientos años, un tiempo de la esperanzas, como el que se abrió el 1º  de enero de 1959 en esta isla. Es tarea de hoy el encontrar los caminos de confluencia para las grandes transformaciones.

Por todo ello, nuestra agenda en tiempos de bicentenario es la de continuar la forja de una nación, que en su diversidad comparte una mirada cargada de fuerza y optimismo sobre su futuro. Por todo ello, también entendemos que hay redoblar los esfuerzos para sincronizar el continente a la hora de la Gran Patria Latinoamericana.

La construcción de confluencias.

Debemos explorar y transitar los espacios de encuentro de una sociedad. El territorio es un elemento central en la generación de referentes compartidos y del sentido de pertenencia, que lleva a que hombres y mujeres diversos se sientan unidos, próximos. La cultura, en su diversidad, en todos sus aspectos, une y vincula, creando profundos lazos afectivos y referenciales. La construcción de convivencia, desde los espacios normativos hasta los referentes éticos, le da coherencia a una sociedad. La construcción de cohesión social, el acortamiento de distancias dentro de la sociedad, más allá de las opciones y principios éticos, le da estabilidad a su proyección de futuro y sustenta la convivencia. Finalmente, son fundamentales el proyecto y los sueños compartidos, que deben ser suficientemente amplios para darle cabida a todos.

Patria es humanidad – decía Martí - es aquella porción de la humanidad que vemos más cerca, y en que nos tocó nacer.

Esos son los caminos que queremos recorrer. Los de la cultura y la educación para la construcción de ciudadanías, los del compromiso ciudadano para asumir la plena participación en el modelado del futuro, los del fortalecimiento de las identidades y del sentido de pertenencia al tiempo de tejer vínculos solidarios que le dan sentido al proyecto general y a cada proyecto de vida.

Es en este contexto que creemos en la vigencia del pensamiento de José Artigas, que es a su vez alimento permanente de los sueños.

Finalmente, no podemos olvidar que estos son tiempos de cambio civilizatorio. Las distancias se han acortado notablemente. Como nunca estamos cerca de todo y de todos. En todos los rincones del planeta hay comunidades que combaten por sus derechos, en todos los rincones se siguen se siguen librando combates por la justicia y por la libertad. Nuestra voz y nuestro accionar, en cualquier lugar del mundo, contribuye a las luchas por la dignidad del ser humano. En el contexto actual, en este mundo globalizado del Siglo XXI, debemos recordar aquel mensaje de un padre a sus hijos que decía:

"Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario."
¡Salud Cuba, salud Pueblo Cubano. Por la amistad y la solidaridad entre nuestros pueblos!

Ministro Ricardo Ehrlich