Eterno estudiante de Biología, es también presidente de la Comisión Uruguaya de Oceanografía y amante de la cocina como hobby. Además de las expectativas para la Semana de la Ciencia 2013, hablamos con él sobre el mayor presupuesto para la ciencia y la llamada “fuga de cerebros”, entre otras cosas que respondió con gracia y simpleza, uno de los atributos que le reclama a los científicos uruguayos.
¿Cómo le explicaría al público no científico qué parte de la ciencia abarca la DICyT?
La ciencia es todo. La gente piensa en la imagen del científico como ese hombre de túnica blanca, mal peinado y jugando con tubos de ensayo. Y no, un científico hoy es mucho más que eso. El científico es también el cientista social. Esa concepción de desagregación de lo social por parte de las ciencias duras no existe, hay que integrarse. Pero además hay que integrar otra pata más que normalmente no se concibe: la educación. Hoy hay que empezar a educar en ciencia, por ciencia y para la ciencia. En eso la DICyT viene trabajando bien, con los programas de popularización de cultura científica, campamentos científicos, educación en ciencia en primera infancia… pero bueno, hay que profundizar esa área. La ciencia no vive si la gente no se apropia del conocimiento científico. Si la gente no sabe qué hace un científico y no entiende cuando un científico habla, no sirve de nada.
¿Cuáles son los objetivos de la DICyT para este año?
La DICyT lo que intenta es coordinar las políticas científicas, o todas las actividades en ciencia, tecnología e innovación en su más amplio espectro, incluida la parte social, que viene faltando. Hay una infinidad de actores que vienen trabajando en esos temas. Si logro identificar las piezas del rompecabezas y coordinarlas, ya estoy contento.
¿Es difícil hoy difundir la ciencia en Uruguay?
Bueno, si hay algo que los científicos no tienen es una inclinación a la divulgación científica. Si uno hace una consulta popular acerca de la ciencia, el público piensa que la ciencia es de otros países. Pero acá hay una gran tradición en ciencia y una necesidad. Si uno mira las últimas encuestas de percepción pública que elaboró la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación), sobre todo a nivel de jóvenes, hay una clara inclinación a entender que la ciencia es necesaria aunque los resultados no sean inmediatos. Después a la ciencia se le reclama que tiene que solucionar los temas de biotecnologías, enfermedades, temas agropecuarios, ahora, sin ir más lejos, en el tema del agua potable en el fondo hay un tema científico. La gente la ve como una cosa rara y normalmente se habla de cosas raras y no es eso. La ciencia la tenemos todos los días en todos lados.
¿De a poco va cambiando esa percepción?
Se está cambiando sí. Hoy los jóvenes lo entienden mucho más que los adultos. No sé explicar si es porque nacieron en una era digital o que Internet les permite ver una perspectiva distinta, pero hay una concepción diferente. Los jóvenes entienden mucho más, para los adultos la ciencia es algo lejano. Igual hay que trabajar mucho más en lo que es enseñanza de matemáticas, física, química, biología… hay que modificarla un poco.
“La ciencia no vive si la gente no se apropia del conocimiento. Si la gente no sabe qué hace un científico y no entiende cuando un científico habla, no sirve de nada”.
En la educación actual, ¿falta conocer el para qué del conocimiento abstracto?
Sí. Hay una forma de trabajar de las nuevas generaciones que es mucho más inmediata. Lo veo en mi casa: celular, play, Wii, televisión y DVD, todo en simultáneo. Facebook y las redes sociales son comunicaciones instantáneas. El problema es que diseñar y desarrollar un pensamiento lógico no es inmediato, razonar en matemáticas o en biología no es inmediato, lleva sus procesos. Hay que hacerlo entonces, hay que enseñarles eso. Y hoy mantener la atención de un alumno en un salón de clase no es tan fácil, por más iluminado que sea el docente.
¿Los Clubes de Ciencia sirvieron a esos efectos?
Sí, hoy en los Clubes de Ciencia participan casi 120 localidades en ferias nacionales y departamentales. Van desde escuelas rurales donde son pocos alumnos hasta grandes localidades. La feria más grande es en Paysandú, y paradójicamente, el lugar donde hay menos clubes si se compara es Montevideo. Pero en general hay una vocación por aprender. Hay programas interesantes a nivel de los docentes y de los niños. Pero también hay un efecto derrame, porque como a un Club le fue bien y viajó a alguna feria internacional, entonces yo quiero que mi escuela también participe, y se da una cierta competencia sana que fomenta el trabajo.
¿Qué impacto se observó en los alumnos que participan en los Clubes de Ciencia?
Hay una inclinación por temas científicos y por investigar temas de impacto social para las localidades. Hoy los Clubes no sólo impactan en los alumnos, sino que impactan en la familia y es muy interesante de ver. Que participen padres, madres, hermanos, abuelos, es fantástico. El Plan Ceibal impactó en la familia, porque el niño le explicaba al abuelo, y en los Clubes de Ciencia pasa lo mismo: los padres colaboran y mejoran, les dicen “esto podés presentarlo así y a esto ponéle aquello otro”… Y es fascinante. Ahora estamos programando el primer encuentro regional de ciencia para primera infancia, con niños de dos y tres años, que se va hacer en los Centros CAIF de Durazno, Florida y Flores. Esta vez en lugar de llevar leche chocolatada y alfajores vamos a llevar pañales y biberones, pero está bueno, es una forma distinta de trabajar.
¿Cómo es eso de incluir a las Ciencias Sociales en la difusión de la ciencia?
Es que si no medimos el impacto social que tienen las mal llamadas “ciencias duras”, ¿de qué sirve una tecnología? ¿O para qué sirve una tecnología que impacte socialmente en forma negativa? Todo eso tiene que ser evaluado y de eso se trata… Cuando se dice “vamos a desarrollar un nuevo producto agropecuario, agrobiotecnológico o agroenergético, y la forma es trabajar la caña de azúcar e implantarlo en Bella Unión”, eso cambia la estructura social de Bella Unión. Entonces hay que estudiar cómo se desarrolla, cómo se hace. Otro ejemplo de gran desarrollo: la prospectiva petrolera en altamar. ¿La gente sabe lo que implica eso? Uno dice “sí, van a sacar petróleo allá”. Pero para sacar petróleo se va a instalar una plataforma. Esa plataforma tiene gente y esa gente tiene que vivir en la costa, tiene que haber un helipuerto para trasladar el helicóptero que lleva y trae las provisiones, tiene que haber un barco que lleve el suministro, tiene que haber una escuela para los hijos de las personas que viven en tierra, una tripulación de recambio para los que están en la plataforma… Todo eso cambia el lugar y su sociedad. Hay un tema de sociología, de salud mental, de psicología de la gente y hasta antropología. Los niños de esa escuela van a estar vinculados al petróleo porque allí van a estar trabajando sus padres… Eso es la ciencia aplicada al tema productivo y siempre requiere un análisis social.
“La ventaja de Uruguay es que todavía nos sobra imaginación para seguir trabajando en las áreas y seguir vinculándolas. Lo mismo que en la cultura artística, todavía seguimos produciendo buenos artistas en cualquiera de sus áreas, a pesar de ser un país pequeño”.
¿Cuáles son los desafíos tecnológicos que enfrenta Uruguay?
Somos un país que no produce en cantidad, sino en calidad. El desarrollo tecnológico para mejorar la calidad de lo que producimos es el problema número uno hoy. El desarrollo tecnológico de Uruguay es estar en la frontera del conocimiento para poder desarrollar mejor calidad, porque nunca vamos a producir más carne o más ganado que Brasil, pero lo podemos hacer mejor. Pero eso requiere de tecnología, tenés que tener un ganado sano, identificado, con trazabilidad… La ventaja de Uruguay es que todavía nos sobra imaginación para seguir trabajando en las áreas y seguir vinculándolas. Lo mismo que en la cultura artística, todavía seguimos produciendo buenos artistas en cualquiera de sus áreas, a pesar de ser un país pequeño.
¿Hay algún descubrimiento que haya llamado su atención en el último tiempo?
No hay un descubrimiento científico que me haga pensar más que cuando uno dice “el ADN tiene más de 60 años de descubierto”. En esos 60 años el conocimiento cambió drásticamente, para todos es como que siempre existió. Cualquiera de nosotros, incluido algunos directores que han entrevistado en este ciclo, hablan de que miran programas como CSI. Entonces, es fantástico como tenemos incorporado el tema. Hoy parece que el ADN resuelve todo: identifica a la persona, al ladrón, al adicto, quién tocó el flash... Pero tiene nada más que 60 años. La doble hélice es maravillosa y estamos en el año del aniversario.
¿Cómo se hace para combatir la llamada “fuga de cerebros”?
La fuga de cerebros es común en todos lados. Hoy Europa está en crisis y la fuga de cerebros la tienen ellos, se les va la gente para la India, China, Estados Unidos… En el 2008, cuando Estados Unidos estaba en crisis, la fuga era hacia la India y Europa. Hoy en un mundo globalizado es lo que sucede… Y en Uruguay hoy tenemos 1.600 investigadores categorizados en el Sistema Nacional de Investigadores. Si queremos ser un país científicamente potente tenemos que multiplicar por 10 la cantidad de investigadores. El mayor presupuesto ayuda a eso, aunque todavía falta…
¿Cómo hacemos para retener a los mejores profesionales?
La ciencia no es sólo plata en salarios, es condiciones laborales adecuadas, es un todo. Por ejemplo, se reclama que haya médicos en el interior del país, pero no alcanza con pagarles bien, hay que darles condiciones para que ejerzan la medicina adecuadamente. Lo mismo pasa en la ciencia, para retener a la gente tenés que darles condiciones adecuadas. Si trabajan diez investigadores en un mismo metro cuadrado, las condiciones no son las mismas que en un laboratorio en que trabajan tres investigadores en un buen espacio. La semana pasada fuimos a Brasilia a visitar la nueva sede de lo que sería el INIA brasilero. Allí, sólo para agroenergía, inauguraron unos laboratorios que yo no vi en muchas partes del mundo, espectaculares, con el último equipamiento y con una inversión gigantesca en infraestructura. Son pocos investigadores por laboratorio pero muy eficientes, porque tienen su grupo de técnicos asociados al laboratorio. Hoy en Uruguay un científico es investigador, administrador, en el caso de las universidades cumple rol docente y además busca la financiación de los proyectos presentándose a convocatorias, gestiona la plata y hace los informes finales. No se puede hacer buena ciencia si la persona tiene que hacer todo eso…
¿Qué países compiten para llevarse más científicos uruguayos?
Antes la presión era de Europa o Estados Unidos. Hoy la gran presión es Brasil, que está haciendo una inversión muy fuerte, tiene el programa Ciencia Sin Fronteras con 100 mil becas para que investigadores vayan a Brasil o los brasileros puedan estudiar afuera. Están creando instituciones con salarios muchos más altos. Un cargo de investigador en alguna universidad de San Pablo tiene un salario de 4.600 reales, que son unos 2.700 dólares. ¿Quién gana eso aquí en una universidad o en la industria privada? Es muy difícil.
¿Cuál es la interacción con la ANII y el Gabinete de Innovación?
Así como en el Estado existen los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) en la ciencia existe casi lo mismo: un órgano deliberativo que asesora al Poder Ejecutivo y Legislativo, que es el CONICyT (Consejo Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología). La ANII que es el órgano ejecutor de las políticas y los instrumentos discutidos por el CONICyT. Y la DICyT, que no sólo coordina a nivel educativo sino que prepara los materiales para que el gabinete ministerial de innovación fije las políticas con las cuales se van a dirigir. Los tres tienen que funcionar coordinados, si una de las tres patas falla no se pueden llevar a cabo las cosas en forma ordenada y eficiente. El gabinete ministerial garantiza que los ministros que lo integran puedan llevar al Consejo de Ministros y a la interna de sus ministerios una política coordinada y conjunta.
¿En qué consiste el Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (PENCTI)?
Fija lineamientos de hacia dónde debería ir el país, cuáles son las áreas en las que volcar un mayor esfuerzo para el desarrollo científico y tecnológico. Fue elaborado entre 2006 y 2008, por lo que es necesario adecuarlo. Hay que hacer un estudio prospectivo y en eso estamos, tratando de coordinar con CONICyT y la ANII una nueva política conjunta de armar un nuevo PENCTI.
“Un mundo globalizado para los economistas es algo relativamente nuevo, pero para la ciencia fue así siempre. Con una diferencia, cuando los economistas van a discutir aspectos tributarios o monetarios a otros países, suele suceder que uno gana y el otro pierde, mientras que en ciencia ganan los dos países, porque el conocimiento científico es para todos”.
¿Cómo es la cooperación científica de Uruguay con otros países del mundo?
Hay una larga tradición en el tema. Uruguay refundó su ciencia en base a la cooperación científica, en base a préstamos internacionales de instituciones de gobierno de otros países, pero además eso permitió que muchos jóvenes se formaran en el exterior y se volvieran al país. Un mundo globalizado para los economistas es algo relativamente nuevo, pero para la ciencia fue así siempre. Con una diferencia, cuando los economistas van a discutir aspectos tributarios o monetarios a otros países, suele suceder que uno gana y el otro pierde, mientras que en ciencia ganan los dos países, porque el conocimiento científico es para todos. Se trata de generar sinergia en eso.
¿Algunos ejemplos de la cooperación con otros países?
En la salida de la dictadura la cooperación con Suecia fue muy fuerte para permitir que muchos investigadores volvieran. Y la cooperación con Francia tiene una larga tradición en algunas áreas como las matemáticas, ya que permitió que muchos matemáticos se formaran y regresaran al país. El préstamo BID-CONICyT permitió que mucho de los jóvenes de aquel momento -que hoy son científicos con doctorados y maestrías- fueran al exterior a formarse. La Facultad de Ciencias nació con ese préstamo y al momento de su creación eran 130 investigadores, hoy son 750.
¿Cómo avanza el proyecto del Museo del Tiempo y cuál es su importancia?
Lento pero seguro. Va avanzando. El Museo del Tiempo tiene la particularidad de concebir los museos de una forma diferente. Se intenta que sea no sólo una institución científica que muestre el avance de los conocimientos, sino que además combine arte, ciencia y divulgación. La idea es que llegue a todo el país, no sólo a Montevideo, y que sea un hito en una rambla muy desaprovechada…
¿Cómo puede contribuir la ciencia al desarrollo del país productivo?
De infinitas formas. Las investigaciones sociales, desde un censo hasta la determinación de una política sanitaria, desde el desarrollo de una nueva vacuna hasta el desarrollo de una nueva política educativa. El desarrollo de un producto biotecnológico que pueda generar energía o una nueva manera de construir puentes y carreteras. Es infinito.
¿Hay una mayor relación entre la investigación y la aplicación del conocimiento?
Hay una mayor presión para que eso suceda. Pero lo que pasa es que el sistema de evaluación de los investigadores implica que publiquen sus resultados, y si publican no trabajan con el sector productivo, porque si publicás no patentas. Es decir, normalmente a los investigadores se los evalúa por su producción, la producción de los científicos se basa en los trabajos que publican en revistas especializadas. Si uno publica divulga su conocimiento, pero para poder patentar la investigación uno tiene que guardárselo y hacer un trámite engorroso y caro en una oficina de registro de la propiedad intelectual. Entonces, cuando uno está en ese proceso, sin publicar, corre el riesgo de no mantener su cargo, no generar financiación o no estar en el Sistema Nacional de Investigadores, y ese es el problema…
¿Hay alguna manera de resolver ese conflicto?
No lo tiene resuelto nadie, ni Estados Unidos, ni Francia, ni Inglaterra, ni Alemania ni países como Israel, que tienen una gran tasa de patentes… Hay instrumentos y formas de trabajo distintas en todas partes del mundo pero no es un tema de fácil solución. O la industria paga muy bien y empieza a generar investigaciones dentro de su órbita, que es lo que han hecho algunos países, o las universidades generan un plus para que los investigadores se inclinen a trabajar en el sector productivo, en temas de fronteras de la ciencia vinculadas a la producción. Pero mientras el sistema siga fomentando la publicación, no hay aportes al sector productivo.
¿Qué expectativas tiene, en ese sentido, sobre la creación y aporte de la Universidad Tecnológica (UTEC) en Uruguay?
Expectativas tengo muchas. Es una pieza más en todo el engranaje y hay que hacerla andar, identificar bien las áreas en las que va a trabajar y las necesidades de cada uno de los locales. Yo creo que normalmente se cifra mucha expectativa en que los jóvenes se van a arraigar en el mal llamado “interior” porque haya más lugares de estudio y no es así. Hoy tenemos una Universidad de la República con muchas sedes en el interior pero no siempre se presenta gente a los cargos. ¿Por qué? Porque falta otra parte no menos esencial para el desarrollo humano, que es la parte cultural. Si pensamos sólo en Maldonado, ¿cuántos cines tenés ahí? ¿Cuántos teatros? ¿Qué espectáculos culturales podés ver? Es muy lindo pasear por la rambla de Punta del Este y tener la Isla Gorriti enfrente, pero unos meses… ¿Qué hacen en agosto? Y si pensamos en el verano en Durazno, en Tacuarembó o Rivera… No estoy desmereciendo las ciudades, sólo digo que no alcanza con poner centros de estudio. Uno debería trabajar ocho horas, debería dormir ocho horas y debería tener ocho horas de tiempo libre, y de esa pata siempre nos olvidamos… Pero las personas necesitan, como diría un amigo, tener una vida propia. Necesitan desarrollarse intelectual y culturalmente, y eso no pasa sólo por trabajar.
¿Qué esperan de la Semana de la Ciencia 2013?
Que crezca. Que haya muchos más investigadores que quieran participar y que haya demanda para que participen. La Semana de la Ciencia tiene la virtud de coordinar las actividades de muchas instituciones y servir para ir viendo cuáles son los temas que la gente solicita. Sirve para los Clubes de Ciencia y es un banco de experimento para la divulgación que hacen los científicos, porque si el científico que va a la feria tiene un buen diálogo con el público, la gente va a volver a solicitar esa temática. Es como los maestros o profesores que además de ser buenos docentes eran cancheros. Necesitamos esas cosas. Yo puedo mandar grandes científicos pero que quizá sean un bloque de cemento delante del público. Ese es el problema. Cuántos profesores de literatura, matemáticas o física tuvimos nosotros que nos hicieron odiar la materia porque el profesor era malo y daba la clase como a desgano. Y la ciencia es como cualquier otra disciplina…
Zoom in
En su vida cotidiana, ¿cuán adepto es a la tecnología?
Por un tema de comunicación y practicidad -y porque mi función no es estar sentado atrás de un escritorio sino que me muevo- tengo un iPhone 5 y un iPad. Pero no tengo computadora propia en mi casa, se la apropiaron los niños. Así que me manejo con eso. No tengo Facebook ni Twitter y no sé cómo funcionan. Creo que con la cantidad de casillas de correo que tengo, institucionales y personales, me alcanza.
¿Qué páginas web visita frecuentemente?
Las de noticias. La de Presidencia, para saber cuáles son los decretos y las normas que hay. Algunas de tecnología, para saber más o menos por dónde va el rumbo. Y también otras de organismos de países con los cuales tenemos trato para saber por dónde vamos caminando, como el caso de la Fundação de Amparo à Pesquisa, el incentivo que financia el estado de San Pablo tiene una página donde va marcando pautas, algunas en temas que me tocan de cerca, como lo oceanográfico, por presidir la Comisión Uruguaya de Oceanografía. Pero me alcanza con llegar a leer el 10% de los correos electrónicos que me llegan (se ríe).
¿Un hobby?
Cocinar.
¿Mira televisión?
Miro los informativos de la mañana y a la vuelta del trabajo también, el informativo de TNU (Televisión Nacional de Uruguay), que creo que es el mejor por lejos, cortito y al pie. Y después alguna película, pero ya sobre la medianoche.
¿Libros?
En otros tiempos leía mucho, hoy tengo al costado de mi cama seis o siete que estoy leyendo. Trabajé en una librería hace mucho tiempo y tengo esa afición por los libros, e incluso tengo la manía de no marcarle el lomo a los libros porque generalmente los traía de la librería a casa para darle la primera lectura y saber si recomendarlo o no, pero lo tenías que devolver sin marcarlo. De los libros que más disfruté y más recomendé había dos: los de Harry Potter cuando aparecieron, creo que fui de los primeros en leerlos y recomendarlos, y el otro es el libro de un autor brasilero que se llama Jô Soares, profesor de literatura y crítico, que escribió sobre Sherlock Holmes en Río de Janeiro, investigando a un asesinato serial. En portugués se llama “O Xangô de Baker Street”. Espectacular.
¿A qué dedica su tiempo de ocio?
A tratar de estar con la familia, lo más que puedo. Limpiar la casa o trabajar en el jardín, o conversar con mi mujer.
¿Practica algún deporte?
Caminar de mi casa en la Ciudad Vieja hasta la oficina en el Centro, o de la DICyT hasta el MEC y del MEC a la DICyT (risas).
¿Alguna afición deportiva?
Jugué al fútbol, era golero, en la Liga Universitaria y antes en un cuadro que era el semillero de Peñarol, pero un día se me dio por decir que era de Nacional y quedé fuera. Y más que hincha de Nacional los que me conocen dicen que soy “anti-manya”, pero soy muy hincha de la selección y miro los partidos de fútbol inglés en que juega Suárez y Coates. Lo que sí admiro es la Fórmula 1, mi madre es fanática y vemos la Fórmula 1 desde que tengo recuerdo. A mí me gustaba McLaren y Mercedes, creo que antes de decir mamá y papá aprendí a decir Mercedes Benz (se ríe).
¿Qué lugar ocupa la música en su vida?
El rock, el blues y el jazz, un lugar muy importante. No tengo el hábito de escuchar radio, no tengo esa tradición. Pero ando con el disco duro portátil que básicamente son como 16 gigas de música.
¿Qué escucha más de ese disco duro?
Jethro Tull, blues, cuando venía para acá venía escuchando a Stevie Ray Vaughan. Y la combinación música y cocina es grandiosa.
¿Cuál fue la última película que le gustó?
La última que me asombró por lo fantástico fue “Amigos intocables”, me pareció espectacular, una joyita. Para uno que ya está mal de las rodillas… (risas).
Producción: Comunicación_MEC