Jura de la Constitución
18 de Julio de 2011
Palabras de Ricardo Ehrlich
Luego de la prodigiosa década artiguista que se extendió de 1811 a 1820, las tierras orientales siguieron en llamas, como escenario de conflictos en los que se jugaba su destino y donde participaron varios imperios. El proyecto federal derrotado, el Jefe de los Orientales, el Protector de los Pueblos Libres, estaba hace diez años en su exilio en tierras paraguayas. Proclamada la independencia y firmada y ratificada la Convención Preliminar de Paz en octubre de 1828, se realizan las elecciones para designar a los Representantes que deberían gobernar el territorio nacional y redactar la Constitución. Se instala así la Asamblea General Constituyente y Legislativa en la villa de San José a fines de noviembre de 1828.
Compleja década la que separa la derrota de Artigas de la Jura de la primera Constitución del nuevo Estado, para cuya designación se retiene el nombre de Oriental. Tránsito de los colores federales al pabellón nacional de las nueve listas celestes de 1828 y las cuatro actuales adoptadas en 1830. Largos años pasarán hasta que los colores flameen juntos y continuarán muchas generaciones construyendo los referentes y los vínculos que hacen a la forja de una nación. El nombre Oriental define y refiere al territorio, espacio de integración, de arraigo y principal vínculo compartido y a compartir hacia el futuro.
La construcción de un Estado y de una Nación requiere referentes compartidos. El territorio y la cultura son grandes espacios que vinculan, unen, personas y comunidades diversas, con sus diversos referentes e identidades específicas. A ellos debemos agregarles el cuerpo normativo del Estado, que configura igualmente un imprescindible y poderoso referente, al tiempo de definir los caminos que aseguran, construyen y fortalecen la convivencia.
La Constitución de 1830 va a reflejar los referentes de un período, que como el actual, era de profundos cambios civilizatorios: de la Europa de la Revolución Francesa, las Guerras Napoleónicas, la Constitución de Cádiz de 1812, a los procesos de Restauración; la América de las Revoluciones e Independencias, desde la tempranas de Estados Unidos y luego Haiti, a la de Brasil en 1822 y a la Declaratoria de nuestra propia independencia en 1825. Las miradas contemporáneas podrán enfatizar sobre el texto los grandes avances sobre su tiempo, así como sus limitaciones, que reflejan concepciones predominantes en la época y que serán objeto de un largo recorrido ulterior en el país, que expandirá y abrirá nuevos horizontes a los derechos y garantías de las personas en un camino que encontrará un exponente altísimo en las primeras décadas del siglo, antes de cumplir el centenario de vida independiente.
La fecha que hoy conmemoramos, refiere a uno de esos momentos singulares en la vida de los pueblos que requieren una mirada colectiva y compartida hacia el futuro. ¡Qué difícil, pero qué imprescindible es alcanzar la sabiduría para mirar lejos, pensando en la paz, el bienestar y la construcción común, pensando en las futuras generaciones! Es inevitable pensar en la fuerza y la sabiduría de los grandes referentes artiguistas, en la Oración Inaugural y las Instrucciones del XIII, en el “Reglamento Provisorio para el fomento de la campaña y la seguridad de sus hacendados” del XV.
Son siempre contextos turbulentos los que acompañan la creación de un país. Coyunturas locales, regionales e internacionales, proyectos diferentes y contradictorios que reflejan intereses, filosofías y también miradas prospectivas distintas. Su síntesis va acompañar una etapa, larga o corta, según la sabiduría alcanzada y las limitaciones propias a los tiempos.
Después de 1830 nos esperará un largo camino, de búsqueda y construcción de institucionalidad, de continuación de la forja de la nación y de su bienestar, que nos llevará a recorrer en pocos años el tramo de Carpintería a la Paz de Octubre y que 75 años más tarde conduciría a la creación del Estado moderno, en un prodigioso encuentro de una sociedad diversa, que emerge de una nueva guerra civil y conoce un fuerte proceso inmigratorio.
La obligación de conmemorar los hechos salientes de nuestro pasado, constituye sin duda una expresión de compromiso ciudadano, de afirmación de los principios republicanos y de la construcción democrática. Pero estas instancias, necesariamente, se acompañan, se tiñen, de la mirada al presente y hacia adelante. En esta ocasión, este aniversario de la Jura de la Constitución lo celebramos en el contexto de la conmemoración del bicentenario del inicio de nuestro proceso de emancipación, en la que hemos enfatizado la convocatoria a compartir el recorrido de dos siglos de forja de nuestra nación, de manera de contribuir a través de la mirada a nuestra historia al fortalecimiento del encuentro de la sociedad consigo misma y con nuestro tiempo.
Compartimos un presente pleno de retos y de potencialidades. Son tiempos siempre complejos los de las grandes oportunidades. Vivimos una coyuntura regional excepcional en un contexto internacional de incertidumbres y grandes y profundos cambios, y debemos asumirlos como un país comprometido con la región y abierto al mundo.
Entre las grandes tareas de la etapa, aparece claramente – una vez más - la necesidad de fortalecer los grandes ejes de un proyecto compartido de país, que requiere una mirada a todo nuestro territorio y el énfasis en la construcción de contextos de convivencia, de lazos solidarios y de referentes compartidos, culturales y éticos.
Un proyecto de país sustentable es un proyecto de territorio solidario, que construye cohesión social y acorta las distancias en el seno de la sociedad, principal factor de fortalecimiento de la convivencia; de territorio inteligente, cuya principal riqueza es la capacidad de su gente; de territorio que construye para los que vendrán.
Los importantes avances en la reducción de la pobreza y la indigencia, en la construcción del Sistema Integrado de Salud, en los niveles históricamente bajos de desempleo, en el desarrollo productivo y la inversión sostenida, entre otros, hace que los desafíos que tenemos por delante sean de gran envergadura. Cada nuevo escalón es más alto que el precedente.
Los desafíos de la hora, como en las horas fundacionales que hoy evocamos, son de talla y para asumirlos con éxito requieren ser compartidos, con miradas y compromisos de Estado y acompañamiento y participación de la sociedad. El país de cultura y conocimientos, el país de aprendizajes que apuesta a las capacidades de su gente, el país que se piensa para las nuevas generaciones, debe encontrar la sabiduría para asumir su historia, con sus luces y sombras, para confiar en las nuevas generaciones, para apostar a los jóvenes.
Las oportunidades de la hora y la mirada al futuro, deben hacernos asumir como nación los grandes desafíos: los del desarrollo productivo y logístico; los de la energía; los de la sostenibilidad del territorio y el entorno, apoyándonos en su conocimiento; los de la cultura y el conocimiento en su diversidad y su riqueza; los de la educación, con los necesarios profundos cambios estructurales; los de la integración regional y la apertura responsable al mundo; los de la construcción de los vínculos y contextos de convivencia y los del fortalecer el acortamiento de distancias en la sociedad y la igualdad en derechos, que garanticen el bienestar, la igualdad de oportunidades y la tranquilidad de todos los ciudadanos.
La hora que vivimos nos debe llevar a asumir con responsabilidad el futuro, a administrar nuestras riquezas y potencialidades en forma sostenible y ello incluye la construcción de pautas culturales compartidas, de un verdadero cambio cultural, que permita respuestas adecuadas al cambio civilizatorio que vivimos, que nos inclina a referentes de consumo que no asumen el futuro y a conductas que separan a los seres humanos.
Grandes desafíos en un contexto de cambio civilizatorio que conmueve referentes, y donde debemos encontrar nuestros caminos, que nos lleven a cerrar heridas, a construir convivencia, a transformarnos en una tierra de oportunidades y capacidades, de justicia social y creación de riqueza en forma sostenible.
Tiempos de grandes desafíos y grandes oportunidades. Al tiempo de asumir las tareas y las urgencias de la hora, el proyecto de país, el compromiso con el futuro, requieren confluir en políticas de Estado, buscar las grandes síntesis y compartir entre todos, con todos, los grandes rumbos, y un compromiso de la nación, el compromiso de la sociedad y su participación, como en las grandes horas de nuestra historia.
La vigencia del legado artiguista, como ayer es guía y compromiso. En este aniversario de la Jura de la Constitución, renovemos nuestro compromiso con el futuro.
¡Viva el Uruguay!